Antes que Abraham fuese, Yo Soy

La divinidad de Cristo es uno de los pilares fundamentales de la fe cristiana. Creer que Jesús es Dios no es simplemente un dogma teológico, sino una verdad que transforma nuestra comprensión de quién es Él y lo que hizo por nosotros. Este tema central de la Escritura no solo revela el carácter de Dios, sino que también afirma la identidad única de Jesús como el Hijo eterno de Dios, plenamente humano y plenamente divino.

La Declaración de la Escritura

Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, la Biblia proclama la divinidad de Cristo. Juan 1:1-3 es uno de los pasajes más claros: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.” Aquí, el apóstol Juan identifica a Jesús (el Verbo) como Dios mismo, el creador de todo lo que existe.

Más adelante, en Juan 1:14, leemos: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros… lleno de gracia y de verdad.” Este pasaje enfatiza la encarnación de Cristo, una realidad asombrosa en la que el Hijo de Dios se hizo hombre sin dejar de ser Dios.

Jesús mismo afirmó su divinidad. En Juan 10:30, declaró: “Yo y el Padre uno somos.” Esta declaración provocó que los líderes religiosos quisieran apedrearlo, porque entendieron que Él se estaba igualando a Dios (Juan 10:33). Otro momento significativo ocurre en Juan 8:58, cuando Jesús dice: “De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.” Aquí, Jesús utiliza el nombre divino “Yo soy,” el mismo que Dios reveló a Moisés en Éxodo 3:14.

Pruebas de la Divinidad de Cristo

  1. Sus Obras Milagrosas: Jesús demostró su poder divino a través de milagros que revelaron su autoridad sobre la naturaleza, la enfermedad, los demonios y la muerte. Calmó tormentas (Marcos 4:39), sanó enfermos (Mateo 8:16), resucitó muertos (Juan 11:43-44) y perdonó pecados (Marcos 2:5-7), algo que solo Dios puede hacer.
  2. Su Resurrección: La resurrección de Cristo es la mayor prueba de su divinidad. Romanos 1:4 dice que Él fue declarado Hijo de Dios con poder por su resurrección. Ningún líder religioso o figura histórica puede reclamar una victoria sobre la muerte como lo hizo Jesús.
  3. Su Autoridad sobre la Creación: Colosenses 1:16-17 afirma que “en él fueron creadas todas las cosas… todas las cosas en él subsisten.” Esto no solo muestra que Cristo es el creador, sino también el sustentador de todo.
  4. Adoración Recibida: Solo Dios es digno de adoración, y Jesús la recibió sin reprensión. Los discípulos lo adoraron después de su resurrección (Mateo 28:17), y Tomás, al verlo resucitado, exclamó: “¡Señor mío, y Dios mío!” (Juan 20:28).

La Relevancia de la Divinidad de Cristo

La divinidad de Cristo no es una doctrina abstracta; tiene implicaciones profundas para nuestra fe y vida diaria.

  1. La Eficacia de su Sacrificio: Si Jesús no fuera Dios, su sacrificio en la cruz no habría sido suficiente para pagar por los pecados de toda la humanidad. Pero como Dios encarnado, su muerte tiene un valor infinito y eterno, asegurando nuestra redención.
  2. Nuestra Relación con Dios: Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2:5). Al ser plenamente humano y plenamente divino, Él nos reconcilia con el Padre y nos da acceso a una relación íntima con Él.
  3. La Seguridad de su Promesa: Como Dios, Jesús es fiel para cumplir sus promesas. Cuando dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25), podemos confiar en su palabra porque Él tiene poder sobre la vida y la muerte.

Vivir a la Luz de la Divinidad de Cristo

Reconocer la divinidad de Cristo transforma nuestra adoración, nuestra confianza y nuestra obediencia. No seguimos simplemente a un maestro moral o un profeta, sino al Dios encarnado, digno de nuestra total entrega.

  • Adoración: Jesús merece nuestra adoración y alabanza porque Él es Dios. Nuestra adoración debe ser con todo nuestro corazón, mente y fuerza, reconociendo su supremacía en todo.
  • Confianza: Podemos confiar en sus promesas porque Él tiene el poder y la autoridad para cumplirlas. Su divinidad nos asegura que nada puede separarnos de su amor (Romanos 8:38-39).
  • Obediencia: Si Jesús es Dios, su palabra y mandamientos tienen autoridad absoluta sobre nuestras vidas. Vivir bajo su señorío es el único camino a la verdadera libertad y propósito.

Conclusión

La divinidad de Cristo es la esencia de nuestra fe. Él no es solo un hombre extraordinario ni un maestro sabio; es Dios mismo, el Creador del universo que descendió para salvarnos. Su vida, muerte y resurrección testifican de su naturaleza divina y nos invitan a rendirnos a Él en adoración, confianza y obediencia.

Que al meditar en esta verdad, nuestro corazón se llene de asombro, gratitud y amor por el Dios que vino a rescatarnos y que reina eternamente como nuestro Salvador y Señor. ¡A Él sea toda la gloria, por siempre!

Categories: Cristo

0 Comments

Deja un comentario

Avatar placeholder

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *